Hablemos.
En la madrugada cuando hablamos bajito puedo escuchar latidos, de un corazón que ahora siento más tuyo que mío, pues ahora me dice que palpita solamente para ti, y que se le baja el ritmo cuando te tienes que ir. Escucho tu risa y me derrito, me hablas y siento que les pongo tu nombre a todos mis suspiros. Te siento sin mis nervios, te siento sin mis miedos, te siento sin mis pecados; ¿tomas asiento y platicamos? podría pasarme todo el día escuchando.