La muerte de mi papá.
Cuando era pequeña peleaba con mi papá; o peleaba con su mujer, o con sus hermanos, o con su mamá.
Cuando era pequeña se me juzgaba por hablar, o por vestir, o por mi manera de actuar.
No podía decir que no, no podía dar sinceridad, no podía cuestionar.
Cuando me trataban feo y yo quería llorar, no podía hacerlo (eso sería exagerar).
Cuando hablaban mal de mi tampoco podía reaccionar, solo podía mirar y escucharlos sin quejar.
Un día empecé a decir que mi papá había fallecido y todos se empezaron a horrorizar.
“¡Hay gente que de verdad perdió a su papá!” “¡no te ha hecho nada para que lo empieces a negar!”
¡Mi papá no eligió estar ausente! sólo murió.
¡A mi papá sí le interesaba estar conmigo!, pero murió.
¡Mi papá sí iba a venir al festival!, pero murió.
¡Mi papá sí quería estar para mí! solo que murió.
Preferible pensar que su falta de interés no existía, y que la sombra de su presencia no está porque pasó a mejor vida.
Preferible no pensar que puso a otras personas antes que a su hija, solo que no la pudo defender porque ya había llegado la hora de su partida.
Comentarios
Publicar un comentario