Miedo, pánico, pavor.



Estoy ansiosa, ya no soporto la incertidumbre; es una sensación horrorosa en el pecho (y que me perdone la sensación por faltarle al respeto).

Me está comiendo viva este año, esta temporada que se prolongó a meses, aquella que se terminó robando medio año y no me deja salir. Me está comiendo viva la frustración, el cansancio que me recorre todo el cuerpo… mi cuerpo; me come viva esta vida, mi cabeza, mi alma, mis sentimientos, mis angustias… mi terror a la muerte.

Me aterra la muerte pero la vida me da incluso más de que pensar. Es curioso, ¿no? El tenerle miedo a algo de lo que no podemos escapar, tal vez o más que tal vez sea eso mismo que no podemos evitar lo que nos da tanto miedo.

¡Qué va!, si yo en mi vida he tenido demasiados miedos, sobre todo una persona como yo que es profesional en evadirlos no le importa mucho que se acumulen así como se acumulan las hojas secas en otoño.

¿Mi miedo a las alturas? Me mantengo en el piso.

¿Las cucarachas y los bichos que se pasean por ahí descaradamente? Tengo pies para huir. 

¿Mi pánico escénico? Bueno, todavía no sé cómo la he librado tan bien, pero no me lo he tenido que cruzar de frente desde que salí de la primaria.

Pero la muerte, esa no se evita.

Tampoco se puede evitar la vida, siempre y cuando tengas una por vivir.

Últimamente, en estos días horrendos llenos de inciertos mañanas, me he puesto a pensar bastante. Pensar es malo… corrijo: pensar de más es malo… corrijo: pensar de más y saber que lo haces es infinitamente malo.

Reconocer que estás pensando mucho en algo es un sabor agridulce que se te queda en las papilas gustativas y se niega a desaparecer.

Generalmente pensamos de manera inconsciente, ¿cierto?

Un día te estás haciendo un sándwich y de repente piensas cosas que nunca te das cuenta que pensaste.

Pero jamás me había quedado tanto tiempo pensando algo, tanto tiempo que me doy cuenta que estoy pensando en eso. Mira tú, le di tiempo suficiente a mi cabeza para cachar con las manos en la masa a mis neuronas, torturándome con el pasado y el posible futuro.

Toda esta situación de pensar y ser comida y tener miedo, pánico, pavor y evitar miedos, pánicos, pavores; y coleccionarlos y mañanas inciertos y saludar a la muerte, me tienen histérica y cansada y con miedo, pánico, pavor.

Mi cabeza está hecha un laberinto, tan torcido que me terminé mareando así como cuando te subes a un barco y las olas te hipnotizan y te hacen caer… a decir verdad nunca me he subido a un barco, pero de solo pensarlo me da miedo, pánico, pavor.


-FG

Comentarios

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20:06

un poco de nosotros.

ni señales, ni migajas.