Otra carta sin enviar.

 


No te puedo hablar de lo que siento así que te lo escribo. 


A pesar de eso a tus escritos los escondo muy bien, no los saco a pasear, no se los presento a nadie, existen sólo donde estoy yo. 


Los leo en voz bajita, casi inaudible, los repaso una y otra vez. Los reescribo, les lloro, te lloro y así muchas veces. 


No me atrevo a dejar que los leas, no me atrevo a leértelos. 


Ni siquiera los publico, porque entonces sería como si mis sentimientos estuvieran expuestos y pudieras hacer lo que quisieras con ellos; no digo que no puedas, no digo que no he sentido cómo lo haces desde hace un tiempo ya; solo que no tienes idea, o quiero creer que no. 


Y ruego porque los pocos versos que dejé tirados por ahí no los hayas leído, porque me derrumbaría saber que sigues aquí conmigo aún sabiendo que me haces tanto daño. 


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